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Su alma sentada, desnuda, a la mesa frente al ventanal escribía los versos que su boca temblorosa intentaría mil veces recitar para él.
Tan incomprensible el sentimiento como inexplicable.
Se vuelve difícil hablar cuando no se sabe qué palabras usar,
y parece más sencillo hacer que decir,
aunque no estoy segura de que lo sea.
Vuelan las señales, más claras que nunca,
imposibles de disimular.

Brilla su fuego en hielo,
un infierno en cielo.
El Sol viven también de noche.
Las frases vacías que tanto habían oído cobran sentido.
Los silencios ya no son crueles.
Las sonrisas se mezclan en una sola.
Los sueños descalzos caminan sin temores hasta la cima de las nubes.
El mundo es sólo uno.
Los enemigos no existen.
Las guerras son un pasado lejano.
La vida es una nada más,
y si se quiere puede ser eterna.
Los amores no acaban hasta que que empiece otro.
Lo que se siente existe.